sábado, 23 de febrero de 2013

Para D:T.


      Anunciación.
      Botticelli.  1489-90. Galería de los Uffizi

      I        La mano ciega

      Se diferencia del amor, es un murano fácil de quebrar.

      No, no como el amor, como cariátide  de amor ahí, en pie en su ruina dura, sosteniendo un techo de viento cuando ese dios,
      ¿dónde permanece ese dios?

      Es un apártate de mí
      y la mano repite gestos de rechazo – todas las manos ciegas adivinan la puntadeliciosa e hiriente de la flecha-

      Es un estar a punto siempre de quemarse, pero la mano va y se quema, es lo primero calcinado, es un pájaro aleteando en su lumbre,

      es lo primero derrotado, es una copa líquida y brillante que pareciera
      que arrasara fluyendo.

      La mano va y lo toca porque no hay otro gesto aunque se aparte.

      Y no es como el amor:

      granito  o cuarzo sin parpadeo entre las llamas.


      II      L a mano escucha

      Asentiría con cautela,  así se salvaría pero se imanta al rostro.

      No habla de los ojos azules,
      queridísimos,
      no habla de los labios carnosos con silueta precisa para besar, ni siquiera con la nariz conversa.

      Palpa
      con sus terminaciones sensitivas y descubre que una música surge de lo increíble,  que una música surge para besar desde el otro planeta…


      La mano
      hace el amor con las mejillas del mensajero... si pudiera
      ronronearía
      y si pudiera desnudarse  de velos bailaría esa lasciva danza.

      Aunque
      nadie narra cómo la mano desistió  para dejar al ángel regresar con respuestas.

      Tal vez porque no es el amor aquello que consigue su perfección de vuelo.


      III    El cuerpo acepta

      La cintura se arquea   y el muslo se antepone a la intrusión.

      Pero el miedo sostiene dos segundos su paralizante desconfianza, después cae.

      Después el miedo cae y cae la luz de la tarde
      poblada
      con juegos y lecturas, niñeces de  quien cree que el amor cimenta los días de vivir.

      Y lo que atrapa a la cintura, la desdobla de su giro y la domina de ansiedad, no se parece al amor
      ni a sus anillos
      intencionados.

      Esto carece de algún nombre;
      como el agua, toma la forma del cuerpo que lo acepta y, como lava, luego solidifica su delirio.

      Y, al no dejarse nombrar, nunca cesa en la herida que ensaliva y nunca duerme.

      Con la apariencia del amor
      penetra,
      ¿qué permanece ileso tras su encuentro?

sábado, 16 de febrero de 2013

Para A

      Circe. Moon Spiral


      La carne no tocada
      amarillea.
      Simula ser dorada mirándola de lejos,
      parece una cisura que desea cerrarse.

      Si la tocas
      te morderá en la mano;
      es una criatura de piel antigua, tiene
                                                       dientes
      de pelo de sirena
      enfurecida.

      Pero si tú la tocas y te dejas sangrar,
      y estar tranquilo mientras duele tanto tocarla
      y que se deje…

      Si la tocas
      precisamente tú,
      y a través de su mancha de silencio penetras,
      hiriéndote y entrando
      en la ranura hostil, su áspero hueco,

      ¿qué primitivo enigma
      o qué sabiduría de la carne por dentro,
      tan por dentro
      te invita?

domingo, 10 de febrero de 2013

Para mí




      Verano en el jardín

      Los santos pierden su postura
      inexpresiva, se estremecen,
      y los insectos habituales
      se van a la porosidad
      de las adelfas.

      Es verde este olvido que extiende 
      sus brazos,
      verde como un instinto,

      verde en irse callando, en verse
      de repente creyendo sólo
      en los dibujos de la sombra
      sobre rostros tostados
      por el sacrificio.

      Así, cuando paseo, siento
      algo cambiado por un gesto
      poco frugal, un roce
      codiciando.

      Y comprendo
      que mis súplicas al mármol
      sean huevos de insectos
      transparentes

      (ruegos para no despertar,
      no ser herida)

      Me muevo en la intrusión del celo,
      con los santos carnosos,
      y hay un cierto pecado
      consentido.


sábado, 2 de febrero de 2013

Uno para JC, tal vez el último


      Dos poemas del anochecer

      I        Volviendo  con la niebla con la lluvia: un resplandor. No conozco desde dónde esa mancha de luz, un lugar invisible reverberando  y hace frío
      tan fuera.

      Dentro del coche hay un silencio de estar cruzando extraños ríos estelares. Y aún diviso faros  en el enorme lomo de Los Montes.

      Para el tráfico aéreo, me dice el conductor.

      Las columnas gigantes, sombras ahora, y sus aspas, que cortarían una piedra de soledad con su filo de viento.

      Rítmicamente avisan en una luz girando, acariciando el cuerpo misterioso de la niebla…En todos los aviones  te has marchado.



      II       Alguien mira llover, está en su olvido.

      Sé, desde el inicio de la magia, que tu olvido, con tanta lluvia rebosa de su aljibe, pero si yo no me distraigo de pensarte, de haber dejado resentirme, maldecir,

      tú tendrás agua para julio, jugarás con tus perros entre los avellanos, seguirás vivo, a salvo de la sed.

      Te escribiría cartas  que comenzaran como he dejado un tesoro bajo tu casa o multiplico raíces de árboles de sombra sosegando.

      Y no preciso escribirte las cartas ni nombrarte. Que tu olvido soy yo, hasta su vértice de lluvia y el sol yendo a lo oscuro, hasta la lluvia sin cansarse, hasta el olvido, te mantengo latiendo, hago esa magia.