domingo, 29 de diciembre de 2013

De libros XXXII (Si Ella nos mira)


      Djuna Barnes

      EL BOSQUE DE LA NOCHE


      El brillo del alcohol de la Luna en la cabellera de Peggy Guggenheim, opulento brillo de quien se adorna con el pasador fatal de las coleccionistas,

      para verte bajar por la Quinta Avenida desde el abrazo irresistible de la muchacha que se embriaga con el ansia de los amantes de ambos sexos humedecida por el ron.

      Te sostiene el brillo de un ser pagano en el ingenio de una devoción que distingue la lozanía de un hombre, insensato en su desnudez, del terciopelo de  la muchacha,  más hermosa cuanto más se fustiga a sí misma.

      Para verte bajar, mi tórtola, cuánto te envidio, príncipe femenina, nunca jamás princesa.

domingo, 22 de diciembre de 2013

XXXI De libros ( Entra el viento de olor ciruela)





    Henri Cartier-Bresson nos cuenta cómo, dificultosamente,
    el otro Henri
    se levantaba de la cama para saludar al enigma
    joven del día, marinero.

    Estuvo tumbado pintando con el gato negro tranquilo
    entre las piernas y una luz
    sólo de esa mañana.

    El otro Henri
    diferencia en el luminaria
    briznas del pasto de la noche, rezagadas y juguetonas,
    tras lo suntuoso
    de tanta claridad salina.

    Imperceptibles pizcas
    de visitantes
    que han curioseado sin ruido en las salseras del color,
    visitantes que pretendían
    transformarse en azul de Niza.

    Cartier-Bresson contempla al otro
    Henri
    cómo, elegante de perfil,
    octogenario,
    zurea a  sus palomas. Viene
    una de ellas, revolotea en la cabeza del fotógrafo
    y halla la afinidad del hombro
    de Henri M.
    Ella coquetea, acaricia con una pluma la barbilla
    familiar y, por fin, se aquieta.

    Cartier-Bresson
    oye decir a la paloma:
    cada mañana te amo más,
    más a tus alas, pronto el vuelo,
    pronto, pronto tu vuelo.

domingo, 15 de diciembre de 2013

De libros XXX ( Fantasmas y cálamos)



      IX

      Me golpeaba tanto
      con el amor...

      El mapa de mi espalda guarda
      ríos que me bañaron con su escarcha
      deshaciéndose a un sol de primavera.

      Era la intensidad
      de un amoroso dolor que me hacía
      fragilísima
      o me transformaba en redondeadas
      montañas sin incertidumbre,
      o una llanura donde la cometa
      de una mano bailaba sin cesar
      y yo crecía en junco,
      en árbol,
      en alado caballo para
      dar alcance a esos dedos
      que despertaron a mi piel
      de sus niños.

      Yo me movía con la ligereza
      de la mujer que aún no tiene
      secretos
      sino el ansia
      que la desmesura convertía
      en pájaros que nunca hubieron
      de morir.

      Me golpeaba tanto
      con el amor
      que el tintineo de los crótalos,
      cuando levantaba los brazos,
      era mi desafío a la nocturna
      palidez de un mundo carente
      de mis muslos.

      Me golpeaba
      una
      y
      otra vez
      para que el amor me besara
      las laceraciones,
      para que en los cambios de tiempo
      las cicatrices me picaran  
      y no olvidase nunca
      cómo mi espalda amaba tanto daño.

      Me golpeaba,
      me abandonaba a un paisaje de sangre
      y de deseo.

      Una celebración de mis heridas
      que nadie supo,
      sólo el amor sangrando por mi espalda.

domingo, 8 de diciembre de 2013

XXIX De libros (Idolatrías)


      ORIÓN 

      Ven, gata loca, 
      ronronea a mi lado, 
      túmbate junto a mí sin el aprisa, 
      como sueles hacer cuando pregunto 
      qué pensará esta gata, esquiva bruja. 

      Pronto serán las doce de la noche… 

      Veremos esas naves imantadas, 
      girantes girasoles 
      del pintor holandés 
      y beberemos lágrimas 
      del rubio replicante de Blade Runner. 

      Pronto serán las doce, el aire rojo 
      envainará sus armas 
      y dormirá a las niñas. 

      So long ago 
      hubo cuarenta enanos que forjaron 
      pulseras melancólicas de jade 
      y la muchacha alada quiso hacerse 
      estrellas de la pena, 
      lindas ajorcas para los tobillos. 

      So long ago 
      un cazador de insomnios se interpuso 
      entre la luz más triste y el umbral 
      de su puerta: 
      hablaba de viajes al tejido 
      que ocultan los que temen ser besados. 
      Hablaba de los dedos que se queman 
      en la constelación 
      brutal donde los ángeles
      sólo se alimentaron de deseos. 

      Y ella empezó a escaparse por los ojos, 
      a convertirse en animal carnívoro. 

      Pronto serán las doce, gata loca, 
      y veremos los signos 
      del azar dibujarse 
      en la ausencia que vierte 
      silencio 
      silencio 
      silencio.