domingo, 26 de enero de 2014

De libros XXXVI ( Idolatrías)



      EL TRADUCTOR


      Un pequeño murciélago muy quieto…

      Está mareado con el olor
      de los jazmines,
      está escuchando el llanto de la joven
      poetisa que espera La Visita,
      está despierto y lejos de los gatos.

      Había canciones del Ramayana
      debajo de las losas de las ruinas.
      Había una palabra incoherente
      en Sylvia Plath.
      Había un insecto con letra de mos-
      ca que escribía:
      “He conocido los mares de Marte,
      a la esposa extranjera de los héroes,
      la balada del viejo jardinero
      y el disco de platino más allá
      del cinturón helado de asteroides”.

      Quiero acariciarlo porque está triste,
      quiero tocar
      su pelusa de rata voladora,
      el cirio benedictino que alumbra
      sus papeles,
      lejos de los recitales de las pla-
      zas de toros,
      lejos de la cadencia que aureola
      la eminente cabeza
      del aedo,
      y que me diga
      por qué ama a las hermosas poetisas
      que buscan un perfume
      en los hornos de gas.

domingo, 19 de enero de 2014

XXXV De libros


      *
      Pinto mis ojos
      para el encuentro.

      -¿Qué discreto lipstick
      que no parezcas loca
      eliges, Conejito?-

      Unto crema olorosa
      en mis pechos y crecen,
      enrojecen sedosos…

      Ah, si pudieras olerme,
      luego tocarme,
      mágico y lascivo,
      y volver del revés
      este guante virtual
      de mi piel…
      * Cada vez que aparezca un poema de este libro, la imagen será de 

sábado, 11 de enero de 2014

De libros XXXIV (Entra el viento de olor ciruela)



      La conversación



      ¿No te parece inútil esconderse de la muerte que acude, anaranjada y rosa, con la primavera?

      ¿Y si de un día  para otro  sobreviene, salvaje  con sus flores, la  enfermedad de  los  abandonados, y sube como hiedra a la ventana y nos despoja de nuestra promesa elefante a largas pesadumbres?

      Sí, estoy cansada de parecerme a la alegría de Keats, le respondí.

      En ese momento cruzó mi brazo la ráfaga del martín pescador, esa fiereza que amo tanto.



sábado, 4 de enero de 2014

XXXIII De libros ( Fuera de sí la rosa)


      Posiciones de  ballet

      I

      El crujido  del tul
      no oculta, sino muestra
      cuando el espejo amiga.
      apenas la cintura
      es una curva breve
      resumiendo el ayuno
      de un ombligo infantil,
      extrañando la goma
      de las medias translúcidas,
      piel de mar alisado,
      recogiendo la sal
      bajo los pechos mínimos.

      La bailarina olvida
      maquillando sus párpados.
      ¿Qué madrugadas huyen
      de la humedad desorden?
      ¿Qué rosa carne duerme
      a cambio del carmín?

      Pero el espejo intenta
      cruzar a su barbilla,
      retirarle el cabello
      y besarla después
      en la incisión exacta
      de su azulada nuca,
      por desearle suerte,
      por amarla un instante
      antes del escenario.

      II

      Será en ese momento del telón.
      Ella aguarda sentada, sonriente;
      la tensión se camufla entre el vestido
      y agudiza las puntas de sus pies,
      ofreciendo, inconsciente, al tramoyista,
      los montes invertidos de sus muslos
      recamados por las bragas de nieve.
      Él podría romper esta muñeca
      sólo pasando el dedo que dibuje
      el contorno de tal orografía
      y ella se hubiera estremecido tanto
      que volviese a derrumbarse el telón
      y habría enmudecido la obertura.

      III

      El bailarín de amanerado gesto
      sujeta la entrepierna
      resbalando su brazo a la rodilla,
      empuñando el talón y retornando,
      apenas en un roce,
      hacia el ombligo alerta que ella ofrece.
      La mano se retarda,
      es una mano amnésica del fuego...

      Pero la bailarina
      no pudo remediar
      tras su sonrisa máscara
      que, entre tanto el aplauso y las guirnaldas,
      sus translúcidas medias
      se fueran empapando.