domingo, 29 de noviembre de 2015

De IDOLATRÍAS





      AMA-NO-UZUME


      Lo que yo sé lo saben los mendigos.
      La policía de las carreteras
      me ve pasar y dice:
      “Ahí va la que no tiene
      secretos
      ni vergüenza”
      y, a veces, me pregunta
      si es cierto que me vieron
      bailar
      en la boca del cubil de los zorros,
      en la fina nariz de los chamanes,
      en las vías del tren
      y en el puente de mi ciudad que eligen
      para raptar princesas los suicidas.

      Ahí va la que no tiene
      secretos
      ni vergüenza
      ni traductor famoso ni poemas
      con un lenguaje tierno y contenido.

      Delante de la cueva del sol bailo
      a diario
      y el sol sale curioso por el ruido,
      quemándome la cara y me desangra.

      Ahí va la que no tiene
      secretos
      ni vergüenza.

      Ya se han acostumbrado
      los hombres a mis cómicos modales
      y aplauden mi gracejo,
      mi ligera agonía.

      Bailando hasta caer junto a la noche.

      Donde la noche nombra mis carencias,
      mi vergonzosa calle de extrarradio.



domingo, 22 de noviembre de 2015

De ENTRA EL VIENTO DE OLOR CIRUELA

    MATISSE


    La música. 1939


    Cierro los ojos
    porque adivino que las manos cortadas de los muertos cubren
    el cielo con sus dedos de alga.

    No estés más triste, me repito. Mil novecientos treinta y nueve
    escapó  de  la  primavera. La  escarcha  es  la  alcoba  mejor
    para un abril o mayo turbios
    de la venganza.

    Cierro los ojos,
    oigo la cantinela roja, a niños contando entre las cuerdas
    de la guitarra los claveles lanzados al aire, expatriados
    en barcos.

    Oigo, tras el horror, la música
    destinada a un leve descanso en el recorrido de la angustia.

    Cierro los ojos,
    no estoy más triste que  la tarde de los jóvenes demasiado
    rubios y guapos  para negar tonadillas armonizadas
    por alguien que se parecía
    a Federico García Lorca.

    Cierro los ojos, oigo acentos del balanceo de las manos,
    ay, sin sus muertos.

    Después del horror la música va revelando la quietud,
    una rara e íntima quietud.
    Tal vez no hay tiempo.

domingo, 8 de noviembre de 2015

Del libro SI ELLA NOS MIRA



Supuesto retrato de Emily Dickinson, adulta, con Kate Scott Turner:




      RECORDANDO A  E. D.

       I shall not live in vain,
      me murmuró vestida con el blanco
      del momento de adiós, de algún papel
      extraviado que a nadie preocupa.

      Cómo me reconozco en su inclinarse
      hasta el silencio del último día
      de verano,
      cuando me dijo que estuvo escuchando
      el grito de los patos en el río
      y luego hubo un momento
      donde creer en el futuro fue
      terrible.

      Cómo me parezco a su doble vida
      de vela secreta para un amante
      que no volvió su cabeza  ni dijo
      “aguárdame”
      y el jardín descuidado de los niños
      que ya me ven más vieja que sus madres.

      I shall not live in vain,
      me murmuró alcanzando la virtud
      de lo invisible.

      Ella ayudaba a un petirrojo al nido,
      yo acerco caracoles
      otra vez a sus hierbas.


domingo, 1 de noviembre de 2015

De SEXTO SENTIDO





      Todas las imágenes son del pintor Aureliano de Beruete



      Columnas de humo


      Detrás de las casonas
      pudientes que la encina rodea con su austero
      jardín. Donde el olivo olvida la varea
      y olvida el piñonero el durísimo estambre
      de la escarcha.

      Detrás de las casonas
      que miran la ciudad
      encaramadas
      sobre el río,
      ladran los perros secos alrededor del humo
      y el aire está más frío,
      y esas hojas
      de los atardeceres
      del verano
      que en pan de oro laminan la tierra como a un mártir,
      esas hojas de corcho del nogal y las hojas
      alegres del castaño,
      y las precoces niñas de los sauces que fueron
      impacientes
      con el agua,
      esas hojas que llaman a la correspondencia
      de los viejos pecados
      a su sombra...

      El aire está más frío;
      la neblina
      de una lumbre cercana
      avanza, se detiene y difumina el lado
      del silencio.

      Huele el gemido leve:
      no se queman, humean,
      no se consumen negras como vientres de goma;
      huele su estar muy juntas
      igual que el alma unánime dibujada en los libros
      el Día de los Santos,
      pielecillas sin voz
      incorporándose
      al intacto  tejido
      que respiras.

      Huele el aire más frío,
      más sentir que las cosas confirman tu existencia.

      Detrás de las casonas,
      donde ladran los perros siguiendo a los rastrillos,
      alrededor del humo,
      alrededor de ti,
      viva,
      asistiendo.