domingo, 25 de diciembre de 2016

Dos poemas de CIELOS DE TOLEDO

De Ricardo García
Aunque esa sea la distancia
que requiere el silencio
de la ceniza

preferirías creer
que el ícaro de tus pulmones
aún no se ha precipitado
desde su privación

y se dirige en llamas,
feliz venablo enamorado,
hacia las llamas.



De Ricardo García
    
     Les dije a los niños que contemplaran el azar
      violeta, su inesperado regalo, pero ¿cómo
sabrían comprenderme si el viento aún les posee,
si pertenecen al aleteo que no se explica
a sí mismo y a salvo se vuelve también violeta?

Ellos,
que ignoran el sometimiento a las fatalidades,
residen todavía en el ciclo del agua.


sábado, 10 de diciembre de 2016

De ENTRA EL VIENTO DE OLOR CIRUELA



        Interior. Niza. 1919


        ¿Acaso no me corresponde la ociosa mañana de cian sobre el mar blanco?

        Al mediodía la sorpresa invita a mis ojos desde lo íntimo donde me sumergía.

        Son inminentes las desdichas cuando la duración de un hilo, sedoso de tiempo, me halaga con el asombro,

        cuando un minuto se sucede a otro minuto pero contengo toda la eternidad  leyendo sin prisa, por ejemplo, o toda la infinitud de las edades al abrir un armario, oler el desorden, sobreponerme a los estratos precipitados de  sus tesoros y se vuelva la tarde un barco sobre la lana  del recuerdo,

        cuando ni siquiera me peino porque el espejo se convierte en un amigo perezoso y  nada inoportuno lastima el pentagrama  del cristal,

        cuando hay un exceso de gracia en la duración de una caricia,

        es entonces que lo breve del deleite irrumpe con antiguas tijeras y  fragmenta partes del hilo, lo malogra en trozos, lo trastorna,  y este dolor de muertos, ¿cuánto, este dolor?

        Pero me corresponde el blanco de la alegría aguamarina, sólo una ola, cierto, tan sólo el intervalo más armonioso de la espuma.


domingo, 27 de noviembre de 2016

De DIARIO SECRETO DE M.H.



Pintura realizada para el interior de este libro por Pablo Sanguino


A lo lejos, los aullidos de los lobos parecieron responder a su llamada 
 Bram Stoker
                                                                                                            
      Cantad, criaturas del aire viciado,

      kyrie, kyrie, entonad, enarbolando el viento
      para perder los signos de palabras sumisas.

      Piedad, señor, decid
      selvas del paludismo, vestiduras de frutas
      emponzoñadas,
      tamtanes que se cierran
      en torno a las ciudades que confían
      en los poemas cortos y precisos.

      Cantad, criaturas...

      Mi amor escucha el salmo que equivoca
      las no fértiles fechas
      de mujeres dispuestas al martirio...
      Rompe la vena estúpida
      que sube hasta el cerebro
      tantas lamentaciones por la virtud perdida

      y da fin al tormento del futuro
      regalando a sus fieles la muerte más gozosa,
      ese modo de cirio
      que arde y se licúa en tal delicia.

domingo, 13 de noviembre de 2016

De SI ELLA NOS MIRA


    Resultado de imagen de maria curie

    MARÍA SKLODOWSKA


    Tus ojos se iluminan con incienso pernicioso.

    Una blanda sustancia musical, un tintineo del genio destructor aún sumido en su lámpara que frotas. Pides  los tres deseos vacilante. Yo te imagino rubio el pelo blanco.

    Llaman a la tristeza de la foto la perpleja postura de un atuendo enlutado.

    Pierre no ha exclamado feliz: tú eres mi dama, cuando la primavera parisina desmenuza el desorden en parques de verdín.

    Un mensaje: ¿es aquí donde vive quien descifra la arena  del veneno?
    Una paloma llega. He ganado, está bien, dices, es tarde.

    Yo te imagino rubia con los muertos.

    Y ahora que tus huesos, como en el cuento de los hermanos Grimm, el de La Luna, fosforecen bajo tierra, se retarda  la prisa, el tiempo te acompaña y la sangre seca bajo tus uñas adquiere un resplandor de violonchelo.

    Eras una nadadora en el humus y nadie supo hablarte del veneno.

martes, 1 de noviembre de 2016

De FANTASMAS Y CÁLAMOS. Primera parte: Fantasmas en la Villa






      III


       El dios desnudo lee
      mi  nombre.
      Duino, me asusta su estatura
      infantil.

      Este olor a mar de mis brazos,
      esta invisibilidad lenta,
      una tonsura del deseo
      en mi pelo sin peso;
      este desvestirse aunque cubras
      mi cintura, aunque me retengas
      en la petición de tus ojos
      abiertos atándome, atándome.

      Algo, en el instante
      de la alegría del olvido,
      separa nuestros cuerpos.

      Yo me confundo con la espera
      de la desnudez.

      Levanta lienzos la actitud
      reposada
      de la sacerdotisa.

      ¿Qué secreta fragilidad
      velan?

      ¿Qué resistencia en mí descubren
      para que ya no escape
      del amoroso golpe
      que tus palabras y las mías
      retrasaban e hinchaban
      de jadeo?

      A mi lado se yergue
      la criatura
      con su enorme sexo de bosque
      hambriento, umbrío
      como temible lanza
      prohibida para niñas.

      Y tanto huelo a mar
      que ya no me defiendo
      de esa herida.

sábado, 22 de octubre de 2016

De CIELOS DE TOLEDO


      De Ricardo Martín



      Qué raras las visitas, a veces.

      Suelo habitar un frío de escarcha
      matinal y un sol escurridizo
      como pelo de pez en las aguas
      de invierno.

      Suelo comprender a los gorriones
      durísimos:

      de mineral su breve plumón
      cuando hay peleas por una miga
      helada.

      Suelo hablarle a enero de Castilla,
      del misterioso calor del árbol
      junto a un banco, al sol, el sol con branquias,
      al solecito.

      Pero de  pronto hay una mañana
      de palmeras de nieve.

      Nevó toda la noche
      y jamás es triste esta visita
      aunque cubra en los países altos
      lápidas y traiga despedidas.

      Una sorpresa aquí,
      casi un regalo…Mira las huellas
      de las patitas de los gorriones
      o son los niños.

      ¿Viste palmeras en la ciudad?

      ¿Y cuánta nieve crees que cae
      sobre los muertos?

domingo, 16 de octubre de 2016

Del libro ALICE

    Circe, de B. Mackennal. 1893



      CIRCE

      Se fueron los  marinos...

      Tenían morenas esposas de ojos
      penetrantes,
      mantos granate
      limpios en arcones taraceados
      y, en las bodegas,
      vino casi perfume,
      casi Madagascar en travesía.

      Observo el horizonte sin albatros
      desmemoriada
      de las embarcaciones
      del deseo.

      Y levanto mi mano
      no sólo despidiéndome, no sólo
      encendiendo los faros, las hogueras,
      las estrellas del Norte,
      el cromado color del astrolabio.

      Dejaré que las brújulas
      recobren los imanes del hogar
      y ocultaré la altura
      de mi isla.

      ...Penetro
      en la amarilla hierba
      de la noche

      y preparo
      el bebedizo amargo de la noche
      y recibo
      a las otras visitas de la noche.


domingo, 9 de octubre de 2016

De SI ELLA NOS MIRA



      VIOLONCHELO DU PRÉ

      La nube detenida
      en el día de Londres. Un gran pájaro asciende.

      Qué tibio el gris de octubre  para Bach,
      para tensar el bíceps de tu brazo derecho.

      Un ágil pulso orfebre riza en tu mano izquierda
      tanta noche anterior, cuando soñaste
      con un oscuro hierro en tu columna.

      Luego vuelas, luego sabes volar
      y estás volando.

      Y alguien dice de ti:
      sigue siendo tenaz incluso muerta.

      Porque mueve sus alas la suite número cinco,
      porque abrazada a un cuerpo
      la BBC repite tu apasionado modo
      de abrazar ese cuerpo entre tus piernas.

      Las leyes de la química cosen por tus tejidos
      su volátil gavota en do menor.

      Incluso muerta giran, alrededor de ti,
      embelesados duendes.
      Zarabanda de octubre en una danza,
      nube
      que ya sabe volar, que está volando.


sábado, 24 de septiembre de 2016

De SALIR DE UN HOPPER



      Acercándose a la ciudad

      En tren. Cercano, el túnel.
      No puedes desdoblarte:
      al ver el tren que te aproxima
      nunca vas dentro.

      ¿Y si no es el tren
      que quisiste coger
      cuando, oportuno, el procedente de
      tomaba la salida?

      ¿Es ese el tren?

      ¿Y si el trayecto no fue el tuyo
      y la ciudad que te recibe
      se nombra de otro modo, está
      en otro lado?

      ¿Y si ya es imposible
      volver
      a la estación de tu partida?


sábado, 10 de septiembre de 2016

De LA MÚSICA DEL FUEGO





      Morgan Le Fay canta con el crouth en Ynis Gutrin

      Flotarías, cruzarías la bruma como el auriga que orienta los meteoritos hasta Lyonesse, serías el borde de una nube que se interpone entre los osos y el parpadeo blanco, recordarías el aletazo de la espada bendita en las negras llanuras de Salesbieres. Pero estás tumbado viendo las estelas  de los que llevan una esquirla de acero en el vano de sus corazones demasiado azules; careces de la materia del oncejo que no se posa ni en los frutos maduros. Tu pensamiento no sabe atravesar el aire alto y helado de los dragones que guardan coronas. Sí, estás tumbado como el menhir enorme que señalaba solsticios, auroras, cosechas de trigo...estás tumbado, imantado, recogido, callado en la tierra....

      Escucha su música, la canción sumida,
      roja  de la tierra.
      Escucha su mano que ha tomado el arco
      y frota las cuerdas vibrantes y enciende
      una lumbre dentro.
      Deja para el águila los campos del aire,
      deja para aquellos que no escriben cartas
      porque sólo brillan, el tapiz nocturno,
      el caballo alado, los perros de Marte.

      Si te levantaras
      tu pie tocaría las ascuas, mi canto,
      y si caminaras al poblado donde
      tejen una tela que crece y te aguarda:
      en esa muchacha que viste esa tela,
      que afirma tu nombre, lo escribe en su boca,
      se inclina a tu lado, calienta contigo
      la casa de octubre;
      en la miel con vino,
      en el grato rizo del pan, en la fuente
      que lame en verano la sal de tu cuerpo;
      en cualquier madera, entre los enjambres
      cercanos del bosque, en cualquier postura
      que curve tu cuerpo.

      Escucha su música.

      Deja que te abrace la tonalidad
      ancha de la tierra, su afectivo timbre,
      mi voz, el reposo
      de mi voz, conozco cómo canta el tiempo,
      cómo se repiten sus cuerdas, sus años.


      Flotarías, cruzarías la bruma detrás del frío, olvidarías el dolor y te irías.
      Pero estás tumbado, pesado, sin alas, sobre mí tumbado.

      Escucha mi música.

      Yo te alentaría tocando mi cuerpo.

lunes, 29 de agosto de 2016

De EN LA PIZARRA UN POEMA





En cualquier lugar se reúnen
los dioses
                   para asemejarse a secretos,
                   para que las risitas cómplices,
                   para regalarme tu cinta,
                   para entretenerme con lente-
                                                        juelas
                                                        miste-
                                                        riosas
                                                        diaman-
                                                        tinas,
                   para que cualquier libro cuente
                   y para lo tranquilo
                   y para lo adorado.

En cualquier lugar se reúnen
los dioses,
                   y aunque se peinen con coletas
                   y pasen desapercibidos,

para decidir si continúa
                                      girando
                                 el               entre
                                 sol              los 
                                                                      árboles.


lunes, 22 de agosto de 2016

De CIELOS DE TOLEDO

Fotografía de Ricardo Martín

Primero surge como el ala
de un ave enorme contra el frío
de febrero.

Es este el mes de la  visita 
que se acomoda en los almendros
y cree que el alma es un pétalo
leve.

Primero aflora aleteando,
dando aire a la escarcha, entibiando
sus diamantes.

¿Oyes
 un crotoreo de cigüeñas
nerviosas?

Las  he visto arrancar agujas
de los pinos y remendar
sus nidos en las espadañas.

Las he visto envidiar el ala
del cielo: se atusan las plumas,
flacas se pavonean, blancas.

Primero empuja su silencio
emocionado y luego crece
vegetal de esperanza, incauta
ella con sus huesos.

Aunque en mi corazón se empeña
el hielo
ella fluye de las raíces.

Y es que jamás estuvo muerta.


domingo, 14 de agosto de 2016

De SI ELLA NOS MIRA





        HILDEGARDA DE B.


      ¿Queda algún vegetal sobre la escarcha
      del que puedas medir botánicas celestes?

      Se confabula un ángel con el frío
      y rueda hasta el acebo,
      y salta a tu ventana, se licúa en la piedra,
      y vuelve a endurecerse y persigue a las niñas.

      Frotas sus nudillos amoratados,
      las traes al regazo,
      les murmuras que son las damiselas
      de la ciudad con altos edificios
      y una avenida bienaventurada.

      Un ángel masculino no ha entendido
      la dulce confidencia,
      -el dorso de tu mano que sostiene
      turgente pecho, luego una cintura
      estremeciéndose-
      y maltrata a las niñas.

      Debes flotar
      para esas novias excitadas que oyen
      la sombra del esposo con su sexo invisible
      como pabilo hiriendo cuando goza.
      Flotar, subir del hielo.

      De rosas extrañísimas despojas
      a tal ángel ceñudo.

      Llamas a las muchachas, la campana congrega,
      les muestras una danza, las despiertas
      de sí.

domingo, 7 de agosto de 2016

De COLORICANCIONES



    VERDEOLIVA

    Aceituna verde de enero verde, de la varea helada, picuda 
    cornicabra verde.

    Luego, en verano, al subir andando de la alberca, la sangua huele 
    a verde aunque baje muy negra 
    por los albañales,
    de las cunetas al arroyo
    y verde.

    Y en las almazaras
    el cielo es verde.

    Luego
    mi tía, cuidadosa,  cura las aceitunas con hinojo
    verde.

    ¿Qué te voy a contar? Yo sigo siendo la niña que le encanta
    comer aceitunas con pan
    y verde y verde.

domingo, 31 de julio de 2016

De JARDÍN AL MAR







      Entre los cuatro cardinales
      una guerra, una tempestad,
      incomprensibles creaciones
      sólo creciendo entre el hedor
      del apaleamiento.

      Cuidas el paso más audaz
      del sol en los brotes aupados
      del limonero de la tarde;
      el tiempo no pretende izar
      una torva bandera.

      Es un lujo verde y callado
      poder sentir el ruido
      de los mandobles de la muerte
      y que no vuelvan su cabeza
      por mirarte.