domingo, 22 de enero de 2017

De SEXTO SENTIDO


      Resultado de imagen de el caballero blanco

      LA MANO DEL CABALLERO BLANCO


      Los cinco continentes
      con árboles autóctonos y cielos
      dedicados.

                        Si nunca te acaricia,
      si, al hablar, sus palabras son sus dedos
      y una suerte de tacto no previsto
      cercano te conoce,
      te intercambia la piel con superficies
      donde rueda callar porque quisieras
      humedecer sus largos
      dedos para ablandarlos
      en tu asentir,

                           tú te desgranarías
      como la vibración de una guitarra,
      como el país del Norte en los pianos,
      como el voluptuoso
      lenguaje del sitar.

      Cuando él habla y accede
      a tu mirada y correspondes siendo
      algo que no diréis,
      sin risa pero alegre,
      sin desvelarse,
                             algo más parecido
      a la perpetuidad
      del silencio amoroso,

                             sobre su mano hay pájaros,
      hogueras lejanas del día de Año
      Nuevo, relatos encantados, música
      barroca y una intensa
      suavidad que desea
      árboles elegidos que den sombra
      a la tierra común de las palabras:
      continentes que piensas en sus dedos,
      lugares del olvido
      que el tacto posesiona y eterniza.

      Tierra que no diréis,
      amados cielos vuestros.

sábado, 14 de enero de 2017

De JARDÍN AL MAR


      Resultado de imagen de profundidad del mar

      Mar



      Bajo del árbol de las nubes
      que cuidaban
      la serpiente y el tigre
      hacia la orilla de la lluvia,
      a la frontera del espacio
      que me dejó marchar
      donde el pinar más hermoso
      me acariciaba y me fingía.

      Tuve en mis pestañas el polvo
      que dos cuerpos levantan cuando
      se laceran en una danza,
      y después del fragor creció
      la pena en el pinar o nieve.

      Regreso,
      oh dios sin días ni amenaza,
      ni lindero en tu abrazo,
      ni torso al que arañar ni arista
      en tu medida, ni futuro.

      Regreso y entro y entro en ti.
      Ya no bebo más sal de llanto
      aunque a mi frente y a mis venas
      viene la sal de tu saliva
      o es silencio.

      ¡Cómo
      me hundo
      sin aliento
      y  los ojos
      abiertos!

      ¿A quién contaré que el descanso
      es una forma de adorar
      el agua mis pulmones?

      ¿Quién me oye hundirme y sonreírme,
      burbujear y desnudarme
      y prescindir del corazón,
      matarlo?

      Las posidonias de tu pelo,
      dios,
      me cosquillean los tobillos
      y no recuerdo la dureza,
      y estoy muerta para el cansado
      cachemir de las despedidas,
      y no recuerdo una canción
      que inquiete
      a las ascidias transparentes.

      En cada dedo tengo un pez
      rayado, una medusa;
      un cinturón de anguila joven
      me sujeta al coral
      con anguilitas de agua dulce.

      Pero no tengo frío
      ni dolor,
      ni deseo
      emerger.

      Brilla un quintante señalando
      el norte
      a los ahogados.

      Un ángel de rorcual resopla,
      trae un mensaje azul
      a las anémonas.

      ¿Quién me escucha mudarme en alga
      de este jardín,
      silente en el secreto intacto
      de una luz que tamiza el filo
      de la tristeza y lo disuelve?

      ¿A quién diré que soy amada
      por el dios del comienzo,
      por el dios de la muerte, oh dios,
      al que me entrego en tanta vida?


viernes, 6 de enero de 2017

de FUERA DE SÍ LA ROSA


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POSICIONES DE BALLET

I

El crujido del tul
no oculta sino muestra
cuando el espejo amiga.
Apenas la cintura
es una curva breve
resumiendo el ayuno
de un ombligo infantil,
extrañando la goma
de las medias translúcidas,
piel de mar alisado,
recogiendo la sal
bajo los pechos mínimos.

La bailarina olvida
maquillando sus párpados.
¿Qué madrugadas huyen
de la humedad desorden?
¿Qué rosa carne duerme
a cambio del carmín?

Pero el espejo intenta
cruzar a su barbilla,
retirarle el cabello
y besarla después
en la incisión exacta
de su azulada nuca,
por desearle suerte,
por amarla un instante
antes del escenario.

II

Será en ese momento del telón.
Ella aguarda sentada, sonriente;
la tensión se camufla entre el vestido
y agudiza la punta de sus pies,
ofreciendo, inconsciente, al tramoyista,
los montes invertidos de sus muslos
recamados por las bragas de nieve.
Él podría romper esta muñeca
sólo pasando el dedo que dibuje
el contorno de tal orografía
y ella se hubiera estremecido tanto
que volviese a derrumbarse el telón
y hubiera enmudecido la obertura.

II

El bailarín de amanerado gesto
sujeta la entrepierna
resbalando su brazo a la rodilla,
empuñando el talón y retornando,
apenas en un roce,
hacia el ombligo alerta que ella ofrece.
La mano se retarda,
es una mano amnésica del fuego...
Pero la bailarina
no pudo remediar
tras su sonrisa máscara
que, entre tanto el aplauso y las guirnaldas,
sus translúcidas medias
se fueran empapando.