sábado, 29 de julio de 2017

DE LA MÚSICA DEL FUEGO




Tajt-i-Sulayman

Levanto con la punta del zapato vidriados azulejos de tristeza
no para sonreír en la renuncia
de las santas,
desde la soltería
de las mariposas o desde el pozo
que recoge
monedas.

He tendido un cuerpo disciplinado en la torre del ritual del silencio,
ese cuerpo
que cruzaba sus brazos sobre el pecho y se balanceaba con el tambor
de la privación,
de la biografía que conocen los buitres al desgarrar los costillares
del recuerdo.

Qué grito he dado cuando reconozco que mi altura es la altitud de la lengua
del fuego,
que cuando muevo mi tobillo alzando tantos adornos tristes y bonitos
como vidrios
aflora el agua y se desborda un lago donde sólo mirarse es encontrar
un cuerpo que te besa, un nuevo cuerpo
mío
que te besa...
cuando el fuego estimula algo sagrado
que estaba adormecido,
cuando el agua no suaviza tu boca, no se opone a la llama que te invita
a la muerte
apasionada.

Qué grito en filo, mineral, qué golpe que recorre las torres del silencio
triturando
los cráneos de la culpa, el podrido tuétano, la pestilencia untuosa
de la culpa.

Qué grito al verme erguida, llameante
en el agua.

Hay un bosque sin tregua en este lago, una hoguera fragante que pronuncia.

Y te alcanza.

sábado, 22 de julio de 2017

De ENTRA EL VIENTO DE OLOR CIRUELA






    Los pájaros

    Las palomas de Matisse ignoran la madrugada.

    Pero otros pájaros afilados cruzan la puerta
    del puente, pasan rasantes por debajo del arco,
    sobre mi cabeza, me desafían a seguirlos
    en la cacería, en la revuelta, para esquivar
    a la zorra camuflada que luego será fuego
    desengañador.

    Es el momento de todas mis cuerdas afinándose,
    el intervalo de vuelo que separa carencias
    del súbito placer sólo por volar, sólo viento
    animal, carnívoro con alas, viento en verano.


    Sí, es el momento de cautivar a las palomas.


sábado, 1 de julio de 2017

De CIELOS DE TOLEDO


      Fotografía de Ricardo Martín


      Aunque la suerte, ciega, entregue
      el don de la fertilidad
      donde crecían los helechos

      espero que no se resigne
      el árbol a ser abatido.

      Que le crezcan dientes de flor,
      que no toda su mansedumbre
      sea cristiana, que parezca
      el antiguo padre Yggdrasil:

      el árbol del mundo

      de la serpiente

      y de la lluvia.